A no pocas personas las he visto en Guamá acumular instantáneas
fotográficas que reflejan el entorno natural de Guamá, sus encantos y
paisajes exóticos. En verdad atesoran un patrimonio envidiable que
puede ser motivo hasta de eventos de quienes tienen y desarrollan esa
actitud de establecer memorias que deberán ser vista por otras
generaciones.
Así de simple, por ejemplo, vi en la sede Universitaria Guamá como el
compañero Manuel Gutierrez archiva hermosas poses de su Guamá, a Leo
el de los Rosales, muchos, muchos. Y es que, ese sentimiento de apego
a reconocer los encantos de su zona alcanzan geografías inimaginables.
Por ejemplo, una joven de las calabazas en Chivirico que radica
actualmente en Miami, promueve en su sitio de Face book varias
fotografías del entorno paisajístico cerca del Hotel Sierra Mar y
zonas aledañas a Chivirico.
Pude apreciarla y en verdad pensé que eran de otro lugar alejado de
aquí. Ella me corroboró que precisamente reflejan tomas inigualables.
Me solicitó de inmediato porqué no le enviaba una foto del nuevo
parque de Chivirico y, hasta en lo personal me asombré. Una vez
captada con mi cámara, al presenciarla, parecía un dibujo intencional
donde el pintor de manera manipulada había situado cada elemento. Un
Martí en primer plano mirando hacia las montañas, una fuente plena de
agua en su interior, una glorieta en Tercer plano y casi como cierre,
tres arboles cocoteros que dejaban una asimetría casi perfecta con el
azul intenso del cielo y nubes blancas, blancas que se desplazaban. Le
envié la foto y respondió estar muy agradecida por mi gesto.
Ese es Guamá. Su belleza podemos promocionarla, cuidar estos paisajes
casi vírgenes para el mundo es una responsabilidad de todos. El
orgullo de pertenecer a un entorno que mueve voluntades y es la
formula de quienes siempre se han resistido a renunciar a este vínculo
casi perfecto hombre naturaleza. Es la magia que inspira a los
guamenses a luchar contra las propias dificultades y agentes que ella
misma en ocasiones, de manera caprichosa devuelve en medio de tanto
goce y satisfacción de quienes la asumen como una terapia que
tranquiliza.
Ríos crecidos en temporadas ciclónicas, desprendimientos de tierra
desde las montañas, penetraciones de mar en la costa imponen desafíos
a los sentimientos de afinidad del hombre por su madre natura. Por
mucho que el paisaje trate de empañarse, siempre el hombre lo
apreciará como digno de admirar. Ese es Guamá y también su gente.
¡Encantos que deben promoverse!.
Por. Benigno Rodrìguez Torres.
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